La frecuencia Jürgenson
Nota de prensa
En la primavera de 1959 Friedrich Jürgenson (1903-1987), un pintor, documentalista y cantante de ópera, coloca su grabadora en una ventana abierta de su cabaña en el bosque, en Mölnbo (Suecia). El bosque circundante y la cercanía del lago parecía el entorno adecuado para el registro de un paisaje sonoro de uno de sus documentales, pero después de cinco minutos de grabación el resultado estaba muy lejos de lo esperado. Lo que percibió Jürgenson fue el solo de un clarín, una voz masculina hablando de cantos de pájaros nocturnos, junto a un parloteo constante, silbidos y diferentes salpicaduras de sonidos. En un distante segundo plano se podía distinguir el canto de un pinzón.
Jürgenson había descubierto la psicofonía o transcomunicación instrumental. Este desafío al sentido común fue aceptado sorprendentemente por la comunidad científica “oficial” de entonces. Esas voces, a priori inaudibles para la consciencia humana, quedaron registradas bajo una frecuencia que podía ser escuchada en un magnetófono. La tecnología hacía de médium y de medio confiriendo a las cintas magnéticas de una sensibilidad más audaz para comunicarse con la realidad imperceptible.
Mediante una labor de investigación y a modo de back-up, Radigales ha conseguido los registros de esas cintas magnetofónicas y los ha traspasado a espectrogramas. Pero también ha logrado extraer, mediante herramientas de geolocalización, imágenes actuales del entorno donde Jürgenson hizo sus grabaciones. ¿Están estos espectogramas y esas imágenes fotográficas impregnadas de las presencias inaudibles que registró el documentalista? Radigales, al margen de un posicionamiento sobre lo paranormal, intuye en nuestra manera contemporánea de observar un “velo pintado” difícil de descubrir, y que, bajo nuestro racionalismo científico, solo nos es posible desentrañar una descomunal amalgama de ceros y unos.
Lo primordial para Enrique Radigales es cuestionarse qué entendemos por tecnología y cómo actúa ésta sobre el orden natural. Si bien la fonoteca de Jürgenson consta de frecuencias no frecuentadas que mediante un procesamiento constatan una realidad diferente ¿no será capaz también nuestro yo de experimentar el plano velado de este mundo? Quizá haya en el pensamiento y en la obra de este artista un afán por una vuelta al primitivismo, alejado de una concepción darwinista; por seguro una nostalgia de la naturaleza donde los tiempos hiper lentos aún conviven con el presente tecnológico, como los palos de boj centenarios usados como amplificadores mudos y como soporte en dos ámbitos de orden: el natural (el bosque) y el digital (la audioteca). Pero es a través de un distanciamiento temporal y espacial lo que hace que la obra de este artista no nos resulte prosaica. Las pinceladas sobrepuestas a las imágenes son ahora más intuitivas y libres que en las superficies bidimensionales de trabajos anteriores, donde igualmente investigaba la imposibilidad de aunar el mundo digital de los colores hexadecimales y el gesto humano de la pintura analógica, aunque mantiene restos de esa rigidez en ciertas superficies más proclives a esa huella, como en la rugosidad y agrura del propio boj, que recuerdan al artista la minuciosidad y cuidado con la que se trabaja la pintura mural al fresco. La deslocalización de estas topografías desvela el presente, pero también los orígenes, y ambos tiempos se fusionan en esta exposición sin desestimar la relevancia del futuro tecnológico.
«Lo primordial para Enrique Radigales es cuestionarse qué entendemos por tecnología y cómo actúa ésta sobre el orden natural»