Armando

Armando (Gijón,1928-2002) fue un artista autodidacta, criado al margen de la figura paterna y materna durante la Guerra Civil, lo que le supuso una gran cercanía con su hermano mayor, fundador de una galería de arte. Se gradúa como perito químico y técnico industrial, pero pronto, a los 28 años, es diagnosticado con esquizofrenia paranoide, lo que le imposibilita años más tarde seguir en su puesto de trabajo en una fábrica siderúrgica. Recibe entonces una pensión por incapacidad que le propicia un mayor tiempo para dedicarse a dos de sus grandes aficiones: la pintura y la música. Hasta entonces su trayectoria artística discurre en torno a paisajes naturalistas, así como representaciones de arquitectura secular y bodegones. Circunscrito fundamentalmente al ámbito local asturiano, a partir de 1958 comenzará a exponer individualmente en espacios como el Ateneo de Gijón, salas como Altamira, la Galería Benedet o  en la Galería Tassili, estás últimas dos en Oviedo.

Sometido a terapia de electrochoque y altas dosis de medicamento en una época de premura en la práctica psiquiátrica, Armando comienza a distorsionar el ámbito representacional al que se había adherido como pintor figurativo. Entre finales de los años 50 y los 90 este corpus amplio de obras toma como referencia la presencia del hombre en el mundo: la solidaridad entre los humanos, la protección del medio ambiente y los animales así como la relación con otros seres de la galaxia. Si bien es cierto que muchas de sus notas personales y cuadernos recogen revelaciones de seres superiores que él va recibiendo y que lo alertan de catástrofes mundiales, su pintura se circunscribe a un ámbito meramente descriptivo de fenómenos celestes, casi de historiador natural. Estos fenómenos habitan en una zona de indecibilidad en la que nunca sabemos muy bien si es una estrella, un planeta o una luna, o si lo que parece un artefacto volador es, en realidad, fruto de la ingeniería humana o una nave espacial.